Cuando su padre, enfermo y anciano, se mudó a vivir con ella, Josie se sintió abrumada por las necesidades diarias para cuidarlo. Los medicamentos eran caros, y las tareas de atenderlo y ser sabia para tomar decisiones, aparte de su otro trabajo «a tiempo completo», la estaban agotando. Se preguntó cómo podría seguir reuniendo y repartiendo fuerzas, sabiduría y amor.
Cuando su padre, enfermo y anciano, se mudó a vivir con ella, Josie se sintió abrumada por las necesidades diarias para cuidarlo. Los medicamentos eran caros, y las tareas de atenderlo y ser sabia para tomar decisiones, aparte de su otro trabajo «a tiempo completo», la estaban agotando. Se preguntó cómo podría seguir reuniendo y repartiendo fuerzas, sabiduría y amor.
Como respuesta a la oración, unos fondos inesperados del seguro de Alex ya habían pagado su tratamiento dental. Ahora era necesario otro tratamiento. ¿De dónde sacaré el dinero?, murmuró Alex, preocupado.
La ansiedad me impedía concentrarme en un proyecto de trabajo; tenía miedo de que mis planes no tuvieran éxito. Mi ansiedad provenía del orgullo. Creía que mi cronograma y procedimientos eran mejores, por eso quería que avanzaran sin obstáculos. Sin embargo, se me cruzó una pregunta: ¿Son tus planes los planes de Dios?
Cuando era niño y le preguntaban: «¿Qué quieres ser cuando seas grande?», Ben decía: «Quiero ser como David». Su hermano era deportista, sociable y muy buen alumno. Por el contrario, Ben dice: «Yo era malo para los deportes, tímido y con problemas de aprendizaje. Siempre quería tener una relación cercana con David, pero él no. Me llamaba “el aburrido”».
Fue doloroso ver que mi papá perdía la memoria. La demencia es cruel; quita la memoria de las personas hasta que no recuerdan nada de lo que vivieron. Una noche, tuve un sueño que Dios usó para alentarme. Él tenía un pequeño cofre en sus manos, y me dijo: «Todos los recuerdos de tu papá están guardados aquí. Mientras tanto, los cuidaré. Y luego, un día, en el cielo, se los devolveré».
El primer día del año, el miedo me despertó a las tres de la mañana. La enorme carga que traería el año me abrumaba. Enfermedades en la familia me habían preocupado desde hacía tiempo, y ahora, el futuro me atemorizaba. ¿Ocurrirán más cosas malas?, pensaba.
Cuando mi hermana encontró un libro de cuentos de nuestra infancia, mi mamá, que ahora tiene más de 70 años, estaba gozosa. Recordó todos los detalles divertidos de un oso que robaba miel y lo perseguía un enjambre de abejas enojadas. También la risa de mi hermana y mía cuando anticipábamos la huida del oso. «Gracias por contarnos cuentos cuando éramos niñas», le dije a mi mamá. Ella conoce toda mi historia, incluso cómo era de niña. Ahora, que soy adulta, sigue conociéndome y entendiéndome.
Mila, una asistente de cocina, se sintió incapaz de defenderse cuando su supervisora la acusó de robar pan de pasas. La acusación infundada y la deducción en el salario fueron solo dos de muchos actos equivocados de su jefa. «Dios, por favor, ayúdame —oraba Mila todos los días—. Es tan difícil trabajar con ella, pero necesito este trabajo».
El auto de Andrew se detuvo y los guardias se acercaron. Oró como muchas veces antes: «Dios, cuando estuviste en la tierra, hiciste ver a los ciegos. Ahora, enceguece los ojos que ven». Los guardias revisaron el auto, sin decir nada sobre las Biblias. Andrew cruzó la frontera, llevando su carga a los que no podían tener una Biblia.